
La sorpresa fue descargar la ilusión de 500 soles allí mismo, en medio de la generosa presentación de Isabel Casas, para recordarnos el motivo de esta publicación de brazos extendidos a la esperanza.
Luego abrimos los corazones de papel entrenados para plegarse a los afectos y dentro descubrimos el regalo de una figurita de madera... Humilde pero valiosa, como la dignidad de un hombre que agradece la comida que cuelga de un gancho.
Todavía con el brindis nocturno en el corazón, amaneció la Diada y las manos llegaron solícitas a buscar libros y a compartir abrazos. En Vilanova del Camí, mañana feriada en mi espíritu por las felicitaciones y la alegría de ver en las miradas de los demás mi propia felicidad reflejada. En Igualada, tarde de guiños de las nubes que supieron dar tregua, porque si trajeron algo de lluvia fue también acompañada del aliento de las risas de la excitación y de algunas lágrimas nostálgicas de una niña amiga de mi infancia.
Domingo y lunes de resaca. De brillar por fuera y de dar las gracias. De guardar silencio cuando el corazón siente la congoja por todos los Gabriel, por todas las Adaeze que nos interpelan.
Y el martes, la presentación oficial. Arropada por la calidez de un público diverso como los caminos de la vida, con sus distintas etapas y escenarios.
Maria Enrich y Ana Uroz, las dos a mi lado en en el plano literario, cultural, social, personal... aunque también por diferentes motivos, se complementaron para exprimirme como una naranja, desde el análisis profundo, y para noquearme emocionalmente desde el ring. Las dos a partes iguales. Por suerte descubrí valientes entre el público, solidarizándose con mi alteración de ánimo, así que me arranqué a dar las gracias a la tripulación y a todos los presentes. Como está escrito.
Mención especial tocaba para Juan Linares y Maria Dantas, miembros de Stop Mare Mortum, porque su clamor está dando voz a los "nadies" del mar, junto a la denuncia de otras plataformas y entidades que tejen redes para sostener la esperanza. Buena gente, como la de mi novela, sí, porque los que actúan movidos por la xenofobia, la ignorancia o el egoísmo, ya ocupan demasiadas páginas de diarios, y los que sentimos miedo, desasosiego, impotencia, compasión... necesitamos motivos para seguir construyendo el discurso y las alternativas que hagan este mundo más justo y humano.
Hay una evidencia que me acompaña desde que pisé por primera vez la Playa de los Lances y divisé Punta Paloma; una certeza que guardo desde el instante que casi me di de bruces con La Macarena... La corriente del Estrecho y el viento de Levante llegaron a mi corazón para quedarse. Me han susurrado en el oído palabras de ánimo para acabar esta novela. Y me dejaron vibraciones mágicas.
El tiempo de escritura es vital y solitario, lleno de preguntas, expectativas, satisfacciones y fracasos, pero que podáis leer esta historia que además me acompaña desde hace tanto tiempo es para mí un maravilloso regalo. Quinientas veces gracias.